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Mostrando las entradas de julio, 2012

Columna invitada

Aquí un texto del amigo Inocencio Azar, mejor conocido en los bajos mundos del oriente como el "Malaestrella". Estará en esta Ciudad que fue del canto como autor invitado algunas semanas. Así las cosas, JFC De azares y desazares Inocencio Azar Mi nombre es Inocencio y llevo el apellido de mi jefa, Azar. Muchos me conocen como el Sietecrudas, aunque la mayoría me dice el Malaestrella. Nomás mi mamacita me dice por mi nombre, mi papá no me dice de ninguna manera porque no lo conocí. Dizque se fue al otro lado para entrarle al negocio de la fast food. Yo creo que nomás se hizo maje.             Lo de Sietecrudas me lo gané a pulso desde los dieciocho, en los tiempos del segundo semestre del CCH Oriente. La primera vez que me metí una botella de bacachá entre pecho y espalda vomité hasta los pecados que no recordaba. Con cada arcada me dolía el espinazo, me doblaba como diputado en día de informe presidencial y juraba y rejuraba que no lo volvería a hace

Diario de un actor o bitácora de duelo III y último. (O de cómo Mahler se encontró con Joyce)

Llevo semanas calibrando cada diálogo de mi personaje. El saber cómo contesta o qué piensa cuando lo hace me quita el sueño. Controlar mi cuerpo, su energía, estar consciente de cada uno de sus movimientos me deja exangüe. La última escena que corrí me dejó satisfecho. Pude abandonarme al personaje sin estar pensando en él. Recordé a Yoshi Oida y quiero pensar que voy por buen camino. He dejado un tanto de lado la música, aunque sigo con el estudio del piano; entre la edición de CdT y la corrección de mi segundo libro (el primero sigue encerrado en mi computadora) tengo poco tiempo para  hacer canciones. Una de ellas está en la punta de mis labios, no tengo melodía, armonía, ritmo o una idea que pueda desarrollar pero está aquí, calando mis huesos, tentando mis labios, enquistándose en mis falanges.  Oh, inexistentes lectores, en tan sólo cuatro días (de jueves a domingo, para ser precisos) mi sangre corrió otra vez por esas venas tan veleidosas que son las ganas de decir y las ansi