No, no puede ser. En esta insana cordura, donde todo es diversidad políticamente correcta, donde un aborto es un asesinato y la eutanasia un atentado contra el don divino, donde la doble moral se vislumbra hasta en sus más oscuros retruécanos, uno ya no puede autocompadecerse con un ron en la mano y un cigarro en la otra en alguna cantina de la capital. Sin más, nos quitaron ese sórdido espectáculo del don de la embriaguez con amigos de ocasión, tragos amargos y las canciones de algún juglar urbano cantando las clásicas cantineras. De reojo siempre estaba algún partido de futbol por Sky (hasta ahí hubiera permitido que la modernidad entrara en los claros escondites etílicos) y la cajetilla de Camel dispuesta para cumplir un rito siempre necesariamente inútil: recordar su nombre. Y beber y hasta secar pudorosamente una lágrima para que todos aquellos parroquianos a quienes uno les importa un bledo no nos vean, ya con diez o más rones entre pecho y espalda, se ha vuelto inasible y lejan...
Apuntes de Jesús Francisco Conde de Arriaga