Ir al contenido principal

A PROPÓSITO DE UNA FOTO II

(PARA ENDULZAR UN POCO ESTE LUNES, SE RECOMIENDA LEER ESTO CON UNA COPA DE FRANGELICO)

Manuel M. Flores, Xavier Villaurrutia, Rubén Bonifaz Nuño y Luis de Góngora; creo que no fue mala la elección de los poemas. Claro que pude haber puesto muchísimos otros; por ejemplo, recuerdo a Vallejo

HECES
Esta tarde llueve, como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.

Esta tarde es dulce. ¿Por qué no ha de ser?
Viste de gracia y pena; viste de mujer.

Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su "No seas así!"

Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.

Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.

Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.

Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!

Desalentador ¿verdad? Además está nublado y desperté con una enfermedad llamada nostalgia que hace años aprendí que era algo así como dolor del alma. Pero ahorita llegamos a eso.
Resulta que después de todo eso que conté en el texto anterior, al final me quedé con varias cosas. Y no, no fueron retratos, ni una blusa negra, ni un par de tobilleras y mucho menos un par de artes que tampoco guardo en el cofre que no compré en Coyoacán. Me refiero a algo un poco más inútil que lo no enumerado arriba. Cuando la conocí, una fría mañana de viernes de octubre en yo estaba disfrutando mis primeras clases con Huberto Bátis en la Facultad de Letras, simplemente me dejó boquiabierto, unos meses después rememoraba ese encuentro y el 9 de mayo, en una cafetería del sur, escribí la letra de una canción que se llama "Entre tus tardes"; claro, la broma entre mis amigos y compañeros músicos no se hizo esperar, le pusieron "Entre tus piernas" y me daban las razón cada vez que la veían pasar. El Tigre Eduardo Lizalde escribió en La zorra enferma un poema que me recuerda esos esplendorosos diecinueve años de tan egregia mujer.

BELLÍSIMA

Óigame usted, bellísima,
no soporto su amor.
Míreme, observe de qué modo
su amor daña y destruye.
Si fuera usted un poco menos bella,
si tuviera un defecto en algún sitio,
un dedo mutilado y evidente,
alguna cosa ríspida en la voz,
una pequeña cicatriz junto a esos labios
de fruta en movmiento,
una peca en el alma,
una mala pincelada imperceptible
en la sonrisa...
yo podría tolerarla.

Pero su cruel belleza es implacable,
bellísima;
no hay una fronda de reposo
para su hiriente luz
de estrella en permanente fuga
y desepera comprender
que aun la mutilación la haría más bella,
como a ciertas estatuas.

Como verán, más que contar una historia que sólo me incumbe a mí y que ni siquiera es única escribo para tener un pretexto y compartir mis poemas preferidos. Dirán ustedes que debiera tener la decencia de ponerlos sin más, pero entonces perdería sentido este blog. En fin, sigo con los "anecdotazos", como diría Manolito.
Después llegaron "Lamento" y "Fuga", dos canciones que espero poder compartir pronto con ustedes. En tres movimientos, a lo largo de un año, esas canciones relatan esa parte de mi vida.
¿Por qué estaba contando esto? Ah sí, porque está nublado y me siento nostálgico, un poco melancólico y encabronadamente triste; lo siento, prometo escribir cosas más interesantes. Mientras, un poco más de sal en esta vital herida. El necesario Bonifaz, esta vez me resulta apremiante.

Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
—pues uno no sabe bailar, y es triste—;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos;

para los que saben con amargura
que de la mujer que quieren les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;

para los que fueron invitados
una vez; aquéllos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta
ya mucho después de entrados todos
supieron que no se cumpliría
la cita, y volvieron despreciándose;

para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;

para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia
porque no serán consolados,
los que no tendrán, los que no pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.

Hasta aquí la dichosa foto. Sólo fue una provocación para recordar y reirme un rato, además de aburrirlos. Para terminar y seguir buscando a Ely Guerra, Michelle Vieth y a Ana de la Reguera, además de recordarla por última vez, un poema de José Francisco Conde.
Saludos

JFC

PLAGIO

¿Qué pasa?

Sólo que te amo.
Que tu ausencia me ha dañado
y que la ciudad sin ti, ha quedado vacía.
Eso es todo.

Aunque la verdad,
no es para tanto.

Comentarios

Anónimo dijo…
¿Por qué los amores semi-olvidados sirven para sacar lo mejor de nuestra biblioteca?
(como si lo merecieran)
Anónimo dijo…
Bueno, de algo sirven, además de dejar cicatrices.

Entradas más populares de este blog

Causalidades I

Inexistentes y amados lectores, les escribo instalado en mis treinta años por primera vez. El siguiente post lo dedico a contarles de mis festejos. Porque hoy, desde mi oficina en los lares del sur, quiero contarles el proceso que me llevó de una cena con caviar a tener un anillo de casado en mi dedo anular izquierdo. (¿Alguien sabe en qué mano es correcto usar el anillo? Yo me lo puse en la izquierda por puro azar, pero debe haber una norma).    La historia más sencilla de contar es que en una cena de la alta sociedad literaria conocí a una mujer de ojos bellos con quien platiqué un par de horas y compartí el caviar que generosamente algún autor de éxito puso en la mesa de su departamento en la Condesa. Después de un par de botellas de champaña le lancé una invitación con mis ojos seductores a que conociera la alfombra de mi departamento en el centro porque estaba seguro que su blusa azul turquesa haría juego con ella. Al otro día, entre el café de la mañana y el sexo matu...

Causalidades II

Queridos, desocupados e inexistentes lectores, les debía esta entrada que es la segunda parte de la anterior y pues aquí va. Uno de los problemas mayores de escribir cada dos años en este blog es que uno pierde el hilo de las cosas, y en dos años han pasado tantas que los hilos ya son una madeja que se pierde en mi memoria. Así que acabaré la entrada de las causalidades y empezaré --lo juro-- a escribir nuevamente en este blog que empecé en el año 2006. En la entrada de la siguiente semana les contaré de los blogs y los pondré al tanto en mi vida. También prometo actualizar las ligas que tengo en la columna de la derecha, porque muchos de los blogs ya pasaron a mejor vida y creo que ya nadie escribe en blogs, excepto la protagonista de estas causalidades de la que ya les pasaré el vínculo.   Estábamos, entonces, que me dieron la beca de la Fundación para escribir un libro de cuentos. La beca la obtuve gracias a que uno de esos amores juveniles y necesarios imprimió mis hojas y l...

He regresado a esta Ciudad que fue del canto

Queridos e inexistentes lectores, después de tres años de abandonar esta Ciudad que fue del canto, he regresado para, una vez más, prometer ser más constante y publicar ya no mi querido, cursi y azotado diario, sino lo que a mi pluma se le venga en gana. Por ello, primero les comparto una traducción que hice de dos fragmentos de Kurt Vonnegut, tomados del número 17, de junio de 2015, de Casa del tiempo. JFC Dos fragmentos de guerra [*] Kurt Vonnegut La obra de Kurt Vonnegut estuvo marcada por su experiencia en la Segunda Guerra Mundial como soldado de la 106 División de Infantería de los Estados Unidos, y luego como prisionero de guerra —de diciembre de 1944 hasta mayo de 1945— desde donde fue testigo del bombardeo que destruyó Dresde.  Casa del tiempo ofrece dos breves fragmentos de las novelas  Matadero 5  y  Barbazul que se publicaron con casi veinte años de distancia, para dar cuenta de la devastación íntima causada en el autor estadoun...