¿Por qué no vienes a mi oficina en Xochimilco? ¿Por qué no te escapas desde tu norte infinito para comer juntos una pasta? ¿Por qué no la acompañamos con un tinto 2009? ¿Por qué no insistes en quedarte conmigo? ¿Por qué no dejas de esperar mi llamada? ¿Por qué te aferras a mi malsano cariño, viejo, intolerante? ¿Por qué no me acompañas a ver una película? ¿Por qué no me provocas y haces que te arranque la ropa a versos? ¿Por qué no leemos juntos Bajo el volcán en un hotel de Cuernavaca? ¿Por qué no te aprendes la(s) canción(es) que te escribí? ¿Por qué no te vas ya para extrañarte de una vez y para siempre? ¿Por qué no te quedas para planear juntos ese viaje a Barcelona que nunca haremos? ¿Por qué no duermes conmigo? ¿Por qué no despiertas y esperas a que te haga el café? ¿Por qué no tomamos un pan negro con osetra y un espumoso? ¿Por qué no gastamos el dinero que no tengo en zapatos de baile? ¿Por qué no dejas de quererme así, tan a tu modo? ¿Por qué no dejo de quererte, así, tan a tu modo? ¿Por qué no vives conmigo? ¿Por qué no te mueres de una vez? ¿Por qué no me mato en tus ganas? ¿Por qué no dejas tus ganas en mis labios? ¿Por qué no me muerdes otra vez con tu risa? ¿Por qué no me dejas escribir para alguien más? ¿Por qué no me dices que me quieres? ¿Por qué nunca me has dicho nada nuevo? ¿Por qué no puedo decirte nada más? ¿Por qué no quieres que te quiera? ¿Por qué no dejas que te olvide? ¿Por qué no comenzamos por terminar esta locura, Bailarina? ¿Por qué no otra vez la iniciamos? ¿Por qué no?
Inexistentes y amados lectores, les escribo instalado en mis treinta años por primera vez. El siguiente post lo dedico a contarles de mis festejos. Porque hoy, desde mi oficina en los lares del sur, quiero contarles el proceso que me llevó de una cena con caviar a tener un anillo de casado en mi dedo anular izquierdo. (¿Alguien sabe en qué mano es correcto usar el anillo? Yo me lo puse en la izquierda por puro azar, pero debe haber una norma). La historia más sencilla de contar es que en una cena de la alta sociedad literaria conocí a una mujer de ojos bellos con quien platiqué un par de horas y compartí el caviar que generosamente algún autor de éxito puso en la mesa de su departamento en la Condesa. Después de un par de botellas de champaña le lancé una invitación con mis ojos seductores a que conociera la alfombra de mi departamento en el centro porque estaba seguro que su blusa azul turquesa haría juego con ella. Al otro día, entre el café de la mañana y el sexo matu...
Comentarios