Aunque las lágrimas que tengo son para los muertos, tal vez mis ojos brinden alguna por ti. De ti no sé qué escribir si no es alguna línea más. Recuerda que a partir de tus ojos miel empiezo a preferir el cianuro al tehuacán. Imagina que un seis de diciembre tomaré una amarga copa y musitaré tu nombre a media voz. A media voz... No creas que te escribo a ti. A nadie en particular salen estas líneas.
Inexistentes y amados lectores, les escribo instalado en mis treinta años por primera vez. El siguiente post lo dedico a contarles de mis festejos. Porque hoy, desde mi oficina en los lares del sur, quiero contarles el proceso que me llevó de una cena con caviar a tener un anillo de casado en mi dedo anular izquierdo. (¿Alguien sabe en qué mano es correcto usar el anillo? Yo me lo puse en la izquierda por puro azar, pero debe haber una norma). La historia más sencilla de contar es que en una cena de la alta sociedad literaria conocí a una mujer de ojos bellos con quien platiqué un par de horas y compartí el caviar que generosamente algún autor de éxito puso en la mesa de su departamento en la Condesa. Después de un par de botellas de champaña le lancé una invitación con mis ojos seductores a que conociera la alfombra de mi departamento en el centro porque estaba seguro que su blusa azul turquesa haría juego con ella. Al otro día, entre el café de la mañana y el sexo matu...
Comentarios
es silencio
Un abrazote.
bueno, un abrazo.
gustavo alatorre.