El sábado pasado tuve la oportunidad de deleitarme otra vez con la generosidad de Leonel Maciel. Pintor brillante camina por sus dominios en Cuernavaca orondo, orgulloso y amigo. Su bonhomilía no se puede describir, quien tenga el placer de compartir la mesa sentirá el embeleso de su plática y el sabor de su cocina.
En la plácida tarde del sábado, nos dimos cita amigos y colegas de profesión. (Vean cómo hago caravana con poema ajeno): Víctor Roura y Gabriela, pareja de conversación franca y ligera; Carlos Blas Galindo, compañero de orgullosa estirpe; Bernardo Ruíz y su sapiencia humilde; César y Carlos Alcázar, testigos oculares de las reuniones, prodigiosos fotógrafos; Miguel Ángel Muñoz, querido amigo y su bellísima novia Daira, que estoy seguro les irá muy bien en Revolución; José Francisco Conde, poeta preciso y erudito, su compañera Sandra Arriaga, educadora por pasión, convicción y necesidad. A la cabeza del comedor, Leonel Maciel quien preparó el tour chicharronesco: prensado, en salsa verde, en salsa roja, con chorizo, enfrijolado. El ron, tequila, mezcal (del bueno), vodka, whiskey y cervezas encarnizaron la lucha entre la moderación y el placer, se imaginarán quién ganó.
Gracias maestro Leonel, una vez más gracias.
Para quien no tendrá la oportunidad de probar las delicias gastronómicas del maestro Maciel, les dejo esta liga para perderse en su pintura,
JFC
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