Ir al contenido principal

MALES DE AMORES

No, no se espanten mis amados lectores, esos problemas no son míos, mi corazón que estuvo cerrado por reparación está mejor que nunca.

Un amigo mío, del que sólo diré sus iniciales para no balconearlo: Alex Corso, me llamó el domingo muy temprano desconsolado. De primera me sorprendió que el insigne Corso estuviera así por una fémina, ya que se distingue por su frialdad para con ella, así que más movido por la curiosidad que por la amistad dejé que continuara su relato.

El músico chilango avecindado en el barrio bravo de la Pensil, estaba en un bar, con varias cervezas entre pecho y espada, platicando alegremente con una chica, según él, divertida, simpática y bonita. Él, que se cree caballero artúrico, había tenido la osadía, digo, el detalle de regalarle una rosa a una cumpleañera; por cierto, la festejada era el motivo por el cual estaba en ese bar y con esa chica.

Ahí son dos cosas las que me sorprenden: uno que estuviera platicando con alguien en una fiesta en la que no conocía a nadie, es todavía más tímido que yo; y dos, que hubiera llevado una rosa a la festejada, ya que, según cuenta, no la conoce más que de vista.
Entendí un poco lo de la rosa porque se la mandó por medio de otra amiga.

--Pinche Alex, cuándo se te quita lo puñal.

--No mames Conde, déjame terminar.

No hubiera pasado nada hasta que la chica le agradeció el detalle; se acercó ella a platicar con él; por primera vez intercambiaban un saludo y era ella la que se lo había otorgado, ELLA se había acercado al también productor y fan de los pumas.

--¿Y qué hiciste cabrón?
--Lo mejor que hago Conde, decir pendejadas. Me paralicé completamente.

Se fue, se despidió, la besó en la mejilla y terminó de emborracharse con cerveza tibia. Acabó a las 9 de la mañana, la hora en que me marcó por teléfono cortándome un sueño en donde yo ganaba la serie mundial con los Azulejos de Toronto.

--¿Y ahora? ¿La vas a buscar?

-Creo que le voy a regalar una canción.
--Pinche Corso, no aprendes.

--Pues sí, si no para qué la compuse

--¿Ya la tienes?

--Es la que te había enseñado.

--Está buena, la que me diste para Alexíada.

--Sí, por cierto, ¿cuándo le seguimos en los ensayos?

--Cuando te haga caso.

--Pinche Conde, nomás no...

Así mi amigo se reenamoró, se sacudió y vislumbró la felicidad a través de unos ojos color miel. En este momento debe estar pensando en ella, la canción es linda, aunque dudo que se anime a dársela. Pero como un recordatorio para mi amigo, no importa quién seas, una tarde siempre puede empezar así:





seguir así:






y terminar así,



pero si él se quiere aventar al ruedo, lo único que podemos hacer desde esta Ciudad que fue del canto es desearle suerte.

Así las cosas,

JFC


Comentarios

Ah, ese Corso parece no aprender. Ojalá podamos, al menos, aprender en cabeza ajena.
Las fotos de Beckham no tienen madre, tan familiares. El berrinche femenino y la impotencia del "macho alfa"... tan igualador. Un abrazo.

Entradas más populares de este blog

Causalidades II

Queridos, desocupados e inexistentes lectores, les debía esta entrada que es la segunda parte de la anterior y pues aquí va. Uno de los problemas mayores de escribir cada dos años en este blog es que uno pierde el hilo de las cosas, y en dos años han pasado tantas que los hilos ya son una madeja que se pierde en mi memoria. Así que acabaré la entrada de las causalidades y empezaré --lo juro-- a escribir nuevamente en este blog que empecé en el año 2006. En la entrada de la siguiente semana les contaré de los blogs y los pondré al tanto en mi vida. También prometo actualizar las ligas que tengo en la columna de la derecha, porque muchos de los blogs ya pasaron a mejor vida y creo que ya nadie escribe en blogs, excepto la protagonista de estas causalidades de la que ya les pasaré el vínculo.   Estábamos, entonces, que me dieron la beca de la Fundación para escribir un libro de cuentos. La beca la obtuve gracias a que uno de esos amores juveniles y necesarios imprimió mis hojas y las l

A un par de escalones del Tercer Piso

Inexistentes y abandonados lectores, he regresado a esta monarquía que a veces se disfraza de república llamada La Ciudad que fue del canto para (y es un favor muy grande) contarles parte de lo que ha acontecido en mis dominios en estos largos meses de ausencia. (En serio, sé que nadie lee esto pero el simple sonar de las teclas y mi egolatría son suficientes para no dejar morir este blog). Si ustedes recuerdan, oh, desolados lectores que han sufrido conmigo durante tantos años, el once de julio escribí una pequeña crónica de cómo Mahler se encontró con Joyce. Pues bien, simplemente he de decirles que ese encuentro inesperado y venturoso ha terminado en coyunda, si se me permite el chistorete cultoso, o, para decirlo mejor, los esponsales arribaron a buen puerto. Con todo y las armonías disonantes de este musicastro y las inagotables vertientes de mi joyceana, hemos encontrado un lugar en donde nuestras ansias encuentren reposo.       Y en hablando de lugares, la Ciudad que fue de

He regresado a esta Ciudad que fue del canto

Queridos e inexistentes lectores, después de tres años de abandonar esta Ciudad que fue del canto, he regresado para, una vez más, prometer ser más constante y publicar ya no mi querido, cursi y azotado diario, sino lo que a mi pluma se le venga en gana. Por ello, primero les comparto una traducción que hice de dos fragmentos de Kurt Vonnegut, tomados del número 17, de junio de 2015, de Casa del tiempo. JFC Dos fragmentos de guerra [*] Kurt Vonnegut La obra de Kurt Vonnegut estuvo marcada por su experiencia en la Segunda Guerra Mundial como soldado de la 106 División de Infantería de los Estados Unidos, y luego como prisionero de guerra —de diciembre de 1944 hasta mayo de 1945— desde donde fue testigo del bombardeo que destruyó Dresde.  Casa del tiempo ofrece dos breves fragmentos de las novelas  Matadero 5  y  Barbazul que se publicaron con casi veinte años de distancia, para dar cuenta de la devastación íntima causada en el autor estadounidense. El primero