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La balada de la chica téibol


La balada de la chica téibol


Jesús Francisco Conde de Arriaga[1]


Acúsome, Padre, de todos los pecados que no recuerdo.
Ángel de Campo


Hay noches en que hasta una sonrisa fingida puede aliviar la soledad. Y dentro del tráfago de un jueves cualquiera, perdido en la inmensidad del sur de la ciudad, se levanta desafiante un lugar para quien quiera tomar la incertidumbre de una caricia comprada.


Detrás de una cortina de raso azul, la luz estroboscópica y el hielo seco hacen más oscura la bodega acondicionada exprofeso, proclive al desenfreno del anonimato. Una voz inasible anuncia con lascivia disimulada: ¡y en la pista número unoooooo, Miroslava! Y no importa que sea la única pista, un aullido desaforado celebra la divina asunción.


Los primeros acordes de cualquier canción pretextan los dulces meneos de la fémina y en su vestido rojo se infieren sus inusitadas formas. La gracia de la imperfección reduce un poco los dos metros que separan la pista de la mesa más cercana.


Y la voz, siempre inasible y casi espectral, presagia el verdadero espectáculo: ¡un aplauso para ella, caballeros; vamos a conocerla un poocoo más! La luz blanca se torna en púrpuras pantagruélicos y un arpegio en tono menor acompaña a la improvisada musa mientras se desprende del sostén:


So close, no matter how far. Could it be much more from the heart.



La ronca voz de James Hetfield pareciera recorrer la piel morena de la chica que, ya en el solo de Kirk Hammett, se encuentra cubierta por una minúscula tanga negra; para desilusión de los presentes, ésta no caerá.


Desde su reducto privilegiado, el testigo inerme toma el micrófono para presentar a Isis: mujer de castaños cabellos y ojos grandes que presume su breve cintura en una dichosa minifalda azul. Es el turno de Roberth Smith que arrulla las sensuales caderas de la bailarina:



on candystripe legs spiderman comes, softly trough the shadow of the evening sun.



Sin pausa y con la alevosía característica de esas bellezas, se desnuda completamente al compás de Love bites de Def Leppard.


Y otra cerveza se hace necesaria. Ya casi el amanecer se cierne sobre el sagrado lugar, pero aún falta un poco más. Un ticket bienhechor se regocija en unas manos nerviosas. Jazmín cruza el largo salón llevando una sombra de la mano. En el “privado” Billy Idol, Axel Rose y Bono son partícipes de la fiesta. Eyes without a face, November rain y With or with out you se mezclan para formar una sola canción en el baile fugaz.


Amanece poco a poco y se recuerda al poeta Tablada: “mujeres de la quinta avenida, tan cerca de mis ojos y tan lejos de mi vida”.


[1] Jesús Francisco Conde de Arriaga (Guadalajara, Jalisco, 1983). Ha publicado cuento y ensayo en distintos suplementos, revistas culturales y antologías. Es colaborador semanal de www.vivelatino.com.mx. Es irredento fanático de Verdi, Javier Solís, Tin Tan, San Pascualito Rey y las Chivas.

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