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CANCIÓN PARA VELAR SU SUEÑO

Inexistentes lectores, después de abandonar esta Ciudad que fue del canto regreso con un regalo. Con una mezcla de tristura y alegría, me dieron una vez más la beca de la FLM. Esta casa, desde la que escribo hoy, ha abrigado mis textos y mi desaliento. El siguiente año la compartiré con mi hermano Mario Conde, nuevo becario. Se van amigos míos y se quedan otros. A todos, los que quedan y los que se van, les debo todo lo que soy.

Así las cosas,

JFC


Te miro dormir y no sé si habrás de despertar. En tus labios todavía un ligero temblor avisa de tu sueño intranquilo, cerrado, asaz profundo. Si te abandonaras en él como lo hiciste una vez en mi espalda, quedarías exhausta. Ni siquiera ahora, cuando dormida cubres pudorosamente tus marcas imperfectas, ocultas la viveza de tu piel. Del lunar de tu cadera izquierda hasta el del seno derecho, el camino centuplicado se vuelve uno. Encima del ombligo, justo entre las costillas que resaltan por tu brevísima cintura, en una noche afortunada se postró una lúbrica caricia, la que se intenta siempre entre jadeos. Las manos no encontraban el reposo de algún resquicio con la guardia baja; calamitosas se enredaban en jirones del corpiño rojo. En mi pecho resuena aún el eco de tu lengua. Esta vez duermes intranquila y tus caderas no buscan el movimiento de la síncopa compartida. Mi espalda no resiente el rigor de tus uñas que incompletas ya no rasgan ni sugieren vendaval alguno.

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Queridos, desocupados e inexistentes lectores, les debía esta entrada que es la segunda parte de la anterior y pues aquí va. Uno de los problemas mayores de escribir cada dos años en este blog es que uno pierde el hilo de las cosas, y en dos años han pasado tantas que los hilos ya son una madeja que se pierde en mi memoria. Así que acabaré la entrada de las causalidades y empezaré --lo juro-- a escribir nuevamente en este blog que empecé en el año 2006. En la entrada de la siguiente semana les contaré de los blogs y los pondré al tanto en mi vida. También prometo actualizar las ligas que tengo en la columna de la derecha, porque muchos de los blogs ya pasaron a mejor vida y creo que ya nadie escribe en blogs, excepto la protagonista de estas causalidades de la que ya les pasaré el vínculo.   Estábamos, entonces, que me dieron la beca de la Fundación para escribir un libro de cuentos. La beca la obtuve gracias a que uno de esos amores juveniles y necesarios imprimió mis hojas y las l

A un par de escalones del Tercer Piso

Inexistentes y abandonados lectores, he regresado a esta monarquía que a veces se disfraza de república llamada La Ciudad que fue del canto para (y es un favor muy grande) contarles parte de lo que ha acontecido en mis dominios en estos largos meses de ausencia. (En serio, sé que nadie lee esto pero el simple sonar de las teclas y mi egolatría son suficientes para no dejar morir este blog). Si ustedes recuerdan, oh, desolados lectores que han sufrido conmigo durante tantos años, el once de julio escribí una pequeña crónica de cómo Mahler se encontró con Joyce. Pues bien, simplemente he de decirles que ese encuentro inesperado y venturoso ha terminado en coyunda, si se me permite el chistorete cultoso, o, para decirlo mejor, los esponsales arribaron a buen puerto. Con todo y las armonías disonantes de este musicastro y las inagotables vertientes de mi joyceana, hemos encontrado un lugar en donde nuestras ansias encuentren reposo.       Y en hablando de lugares, la Ciudad que fue de

He regresado a esta Ciudad que fue del canto

Queridos e inexistentes lectores, después de tres años de abandonar esta Ciudad que fue del canto, he regresado para, una vez más, prometer ser más constante y publicar ya no mi querido, cursi y azotado diario, sino lo que a mi pluma se le venga en gana. Por ello, primero les comparto una traducción que hice de dos fragmentos de Kurt Vonnegut, tomados del número 17, de junio de 2015, de Casa del tiempo. JFC Dos fragmentos de guerra [*] Kurt Vonnegut La obra de Kurt Vonnegut estuvo marcada por su experiencia en la Segunda Guerra Mundial como soldado de la 106 División de Infantería de los Estados Unidos, y luego como prisionero de guerra —de diciembre de 1944 hasta mayo de 1945— desde donde fue testigo del bombardeo que destruyó Dresde.  Casa del tiempo ofrece dos breves fragmentos de las novelas  Matadero 5  y  Barbazul que se publicaron con casi veinte años de distancia, para dar cuenta de la devastación íntima causada en el autor estadounidense. El primero