Inexistentes lectores, después de abandonar esta Ciudad que fue del canto regreso con un regalo. Con una mezcla de tristura y alegría, me dieron una vez más la beca de la FLM. Esta casa, desde la que escribo hoy, ha abrigado mis textos y mi desaliento. El siguiente año la compartiré con mi hermano Mario Conde, nuevo becario. Se van amigos míos y se quedan otros. A todos, los que quedan y los que se van, les debo todo lo que soy.
Así las cosas,
JFC
Te miro dormir y no sé si habrás de despertar. En tus labios todavía un ligero temblor avisa de tu sueño intranquilo, cerrado, asaz profundo. Si te abandonaras en él como lo hiciste una vez en mi espalda, quedarías exhausta. Ni siquiera ahora, cuando dormida cubres pudorosamente tus marcas imperfectas, ocultas la viveza de tu piel. Del lunar de tu cadera izquierda hasta el del seno derecho, el camino centuplicado se vuelve uno. Encima del ombligo, justo entre las costillas que resaltan por tu brevísima cintura, en una noche afortunada se postró una lúbrica caricia, la que se intenta siempre entre jadeos. Las manos no encontraban el reposo de algún resquicio con la guardia baja; calamitosas se enredaban en jirones del corpiño rojo. En mi pecho resuena aún el eco de tu lengua. Esta vez duermes intranquila y tus caderas no buscan el movimiento de la síncopa compartida. Mi espalda no resiente el rigor de tus uñas que incompletas ya no rasgan ni sugieren vendaval alguno.
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