Ir al contenido principal

Entradas más populares de este blog

Causalidades II

Queridos, desocupados e inexistentes lectores, les debía esta entrada que es la segunda parte de la anterior y pues aquí va. Uno de los problemas mayores de escribir cada dos años en este blog es que uno pierde el hilo de las cosas, y en dos años han pasado tantas que los hilos ya son una madeja que se pierde en mi memoria. Así que acabaré la entrada de las causalidades y empezaré --lo juro-- a escribir nuevamente en este blog que empecé en el año 2006. En la entrada de la siguiente semana les contaré de los blogs y los pondré al tanto en mi vida. También prometo actualizar las ligas que tengo en la columna de la derecha, porque muchos de los blogs ya pasaron a mejor vida y creo que ya nadie escribe en blogs, excepto la protagonista de estas causalidades de la que ya les pasaré el vínculo.   Estábamos, entonces, que me dieron la beca de la Fundación para escribir un libro de cuentos. La beca la obtuve gracias a que uno de esos amores juveniles y necesarios imprimió mis hojas y las l

A un par de escalones del Tercer Piso

Inexistentes y abandonados lectores, he regresado a esta monarquía que a veces se disfraza de república llamada La Ciudad que fue del canto para (y es un favor muy grande) contarles parte de lo que ha acontecido en mis dominios en estos largos meses de ausencia. (En serio, sé que nadie lee esto pero el simple sonar de las teclas y mi egolatría son suficientes para no dejar morir este blog). Si ustedes recuerdan, oh, desolados lectores que han sufrido conmigo durante tantos años, el once de julio escribí una pequeña crónica de cómo Mahler se encontró con Joyce. Pues bien, simplemente he de decirles que ese encuentro inesperado y venturoso ha terminado en coyunda, si se me permite el chistorete cultoso, o, para decirlo mejor, los esponsales arribaron a buen puerto. Con todo y las armonías disonantes de este musicastro y las inagotables vertientes de mi joyceana, hemos encontrado un lugar en donde nuestras ansias encuentren reposo.       Y en hablando de lugares, la Ciudad que fue de

Cada cierto tiempo

Cada cierto tiempo, esta Ciudad que fue del canto se da su respiro para beneplácito de mis inexistentes lectores. No hay una razón para ello, aunque para ser francos, tampoco para seguir escribiendo en este blog; será tan solo la nostalgia de llevar cinco años quejándome, encabronándome y lloriqueando en esta bienamada ciudad la que no me deja abandonar por completo este ínfimo espacio virtual. Acaso recuerdo a David Forster Wallace en su ensayo sobre la escritura, o, como dicen en mi pueblo, es mi hijo, está bien feo, pero es mi hijo. Esta es mi ciudad, pequeña, aburrida y sin visitantes, pero es mía.  Estoy a tan sólo unos meses de mis treinta años, y mejor aún, a casi sesenta días de firmar la unión de Joyce con Mahler; uno de mis más queridos amigos se fue a soñar con jazz en amorosa y violenta comunión con el mar de Coatzacoalcos (¡carajo!, te hubieras despedido o esperado a beber juntos una última cerveza); sale en estos días mi primer libro, una pequeña plaquet que ni cambiar