Escribí esta introducción para un artículo que no era mío. Lo releí y me di cuenta que es lo único que he escrito en meses. No tengo ansias de escribir, creo que nunca he tenido qué escribir. Sólo tenía un pretexto de ojos miel que se fue a habitar otras páginas. Lástima, las mías quedaron bastante bien aunque siguen encerradas en un disco duro. Seguirán así por lo visto.
Desvelado y en bancarrota, cansado, desilusionado. Necesito cambiar de aires, ¿alguna sugerencia?
JFC
In hoc
signo vinces
En el extremo oriente de la ciudad de México se
yergue uno de los barrios más antiguos de la capital. Entre la llamada
"zona de tolerancia" y el comercio antiquísimo que se remonta a
finales del siglo xvi, este populosos barrio se solaza entre el sonido de los
"diablitos" que cargan mercancías
variopintas y el sudor añejo de los mecapaleros que, medrados en número,
se resisten a abandonar las calles que han sido suyas durante tantas décadas.
Es La
Merced, violenta y entrañable, con sus históricos mercados finiseculares
minados por la central de Abastos en la década de los ochenta; la Merced,
refugio de sicalípticas musas que en círculo levantan el polvo que testuces
inflamados por el deseo aspiran; la Merced, con su brevísima capilla que hace
gala de su nombre, "la Humildad", y que en ella los descendientes de
Barrabás y de María Magdalena ofician. La Merced, barrio viejo que guarda entre
la vetusta cantera la cruz de la Soledad y labrada en piedra la consigna vital:
"con este signo vencerás".
Alberto
Cadena ha llevado sus veintisiete años a cuestas entre el barrio mercedario. En
sus entrañas ahora dirige el Colectivo Medical Sound Planet y produce actividades musicales
desde hace cinco años. Él conoce el corazón de este polígono de un kilómetro
cuadrado que resguarda casi el cuarenta por ciento de los edificios catalogados
en la zona de monumentos históricos y sabe de las vicisitudes de la
marginalidad. "Las familias disfuncionales, el narcotráfico y la
prostitución son una constante en la población joven de la zona. Los jóvenes en
el barrio viven en un ambiente tan violento que no les deja interesarse en
proyectos culturales”, añade con recelo en la mirada que se pierde entre el
tráfago comercial. Frente a él, uno de los tantos lugares que existen en esta
zona para calmar la sed o amainar la angustia de un despecho amoroso empieza a
abrir sus puertas. Es el "Centro de salud", irónico modo de llamarlo,
asaz certeza irrenunciable, donde Erick Morales se ostenta como encargado de
relaciones públicas del bar. Él afirma que en un principio pretendía convocar a
los jóvenes de la Merced, sin embargo, debido a las dinámicas violentas que
éstos han tenido en su espacio, prefirió “atraer personas de otras corrientes
alternativas, como los punks o los darketos”.
Es la desolación y el estigma que
los barrios más viejos guardan entre sus lozas: Mixcalco, Garibaldi, Atlampla,
Guerrero, Tepito, Obrera. A fuerza de puños y tarascadas han conseguido esa
ignomiosa fama, pero los tiempos cambian. ¿Hasta dónde es la ficción y hasta
dónde la cotidianidad? La Merced, junto a muchos otros barrios, es un
constructo que habita en un imaginario social endeble. Se prejuzga sin conocer
sus calles, sin percibir el aroma de su comida, sin disfrutar de la plácida conversación
de su gente, sin saber que entre el halo de leyendas, misterios
y la furia, se gestan nuevas posibilidades de ver el mundo.
Comentarios